lunes, 24 de octubre de 2011

19. Fiesta de Sangre

A Ecayus la cabeza le hervía. Tras el lamentable traspiés ocasionado por la matanza de los mercenarios, había tenido que recomponer todos sus planes. La solución escogida se basaba en hacer creer que esa banda no tenía nada que ver con él, y que simplemente se trataba de bandidos. Había completado el plan preparando una fiesta para agasajar al pueblo entero y en especial a los valientes que habían liderado el combate.

-Valiente chusma-pensaba Ecayus- ¿quién iba a pensar que entre los muros de Egillor se cobijaban en este preciso momento gentes de guerra?-. Después de todo, se tenía que haber cerciorado. Desde la muerte del Rey Sancho el Mayor, años de guerra e intrigas  habían hecho cambiar a demasiados hombres los aperos por espadas y cotas de malla y cuero. El Reino de Pamplona era pieza codiciada por los reinos vecinos y un soldado podía ganarse muy bien la vida sin deslomarse por los campos.

En todo caso el pueblo siempre respondía bien a los halagos a sus menguadas tripas, así que la paz había llegado con la sola e increíble  mención del hecho de asar una ternera del monasterio para los campesinos, regada además con tres odres de hidromiel, sidra y vino. Sus hermanos frailes no iban a la zaga al populacho en su renovado alborozo. Las conversaciones en el claustro se centraban en los diferentes platos que entrarían a formar parte del menú: estofados de anguilas, palomas en escabeche, compotas de ciruelas con higos... La cocinera estaba aún más solicitada que de costumbre.

La fiesta se celebraría en cuanto se instalara un corto veranillo que diera la opción de celebrar la fiesta en una gran mesa fuera del monasterio. Las guarniciones de Garaño y de Olarregi también estaban invitadas.

Para matarlos a todos, claro.

2 comentarios:

sergio dijo...

se masca la tragedia....

Casa Musurbil dijo...

Txan, txan, txaaaaan...