miércoles, 4 de marzo de 2009

13. Conclave (II)

Johanes de Iltzarbe miró de hito en hito a sus contertulios. Se sentía un tanto abotargado por el vino, pero no lo suficiente como para no intuir que algo estaba pasando, más allá de la muerte violenta de un fraile. Como si pisara arenas movedizas. Se sirvió otra vez de la jarra de vino y apuró el vaso de un solo trago del especiado vino.

La mosca había caído en la telaraña.

Los prelados se miraron entre sí y, de forma casi simultánea, uno de los guardas de Johanes le asestó una cuchillada que le atravesó de parte a parte el gaznate.
El hombre a duras penas pudo gorgotear unos leves sonidos y se derrumbó sobre la mesa apenas con la mano crispada sobre la empuñadura de la espada.

- Guardias!!! -chilló el abad Belasio, mientras señalaba al atónito asesino.

Tres hombres entraron en la sala y atravesaron al desgraciado soldado, que había vendido su alma por un puñado de dirhems sin sospechar que perdería también su vida en el trato.

Casi simultáneamente entraron tres frailes chillando, agudos como gorrines:

-Abad Ecayus!!! un ejército viene por el camino del río y avanza hacia Egillor!!!

Ecayus les miró con comiseración. No habían comprendido ellos tampoco que la decisión estaba tomada. Leyre había apostado por una nueva sede monástica en aquellas tierras y nada ni nadie iba a poder impedirlo. Menos aún un puñado de harapientos. Una vez eliminado el alcaide y con el rey batallando lejos, sólo era cuestión de horas el sometimiento total de la población y una necesaria y ejemplar depuración.
Con el apoyo de Belasio y algunos altos funcionarios, el rey Sancho les estaría agradecidos a su vuelta. Después de todo, la limpieza de aquellas tierras no le iba a costar ningún favor adicional. Los fondos para pagar a la tropa mercenaria habían salido de las surtidas arcas de Leyre. El propio arquero del bosque le había proporcionado la idea al recordarle los soldados franceses que entrenaban su tiro en las afueras del monasterio.

Acompañado de Belasius, salió al exterior apartando a la asombrada guardia del difunto Johanes y contempló la escena.

Un grupo heterógeneo de hombres armados a caballo y a pie estaba a punto de alcanzar Betikoetxea.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Yujúúúúú... ¡ya hay movida!

-gritó un monje con la "voz" aguda de los gorrines

Unknown dijo...

jajaja! Esa mosquita muerta!

y que pinto yo en todo esto? casuen... a recular que ya está el lío montado! acaso me ha engañado uztai? o será cosa del iñigo ese... celoson!

Anónimo dijo...

el tono, el tono... es que yo me siento muy próximo a los cuticos, jeje

Sergio! tu verás! la idea es que es sorpresa y que ni Uztai ni nadie sabe nada!

Casa Musurbil dijo...

Hmmm, me parece que un día teníamos que preparar una sesión gastronómico-literaria para hacer aunque sea un pequeño guión del asunto.

Se podía hacer un glosario de personajes y una lluvia de ideas después de incensar convenientemente el ambiente. ¡El resultado puede ser asombroso!

Más que nada porque si no, el pobre Martxel no hace más que meter la pata. Por eso le tengo por ahí, asilvestrado raso...

Anónimo dijo...

si quereis lo hacemos. Quien tomará acta durante la sesión?
Por lo demás, no os creáis, a mi la teoría del caos ya me mola...
Un ser mitologico casca un gazanate en Zeia y una tropa de mercenarios aparece en Betikoetxea..