lunes, 29 de diciembre de 2008

10.Velada al fuego

Ecayus observaba el fuego y meditaba sobre lo acontecido el día anterior.

Había puesto las cartas sobre la mesa con la escenografía y rotundidad planeada en Leyre. Después de acordarlo con el tenente de Garaño y solicitar la ayuda de sus soldados, sólo hubo que apartar del escenario al cura local, que ofreció poca resistencia. El populacho quedó aterrado.

A partir de ahora los acontecimientos deberían de sucederse con cierta velocidad. Se compraría, convencería o amedrentaría a los pocos propietarios de terrenos adecuados y con la ayuda económica de Leyre y del Rey Sancho se contratarían constructores afamados. Además de los necesarios artesanos, los campesinos serían utilizados como mano de obra gratuita a cambio de un sitio en el cielo y el pan de cada día.
En pocos años debería de contarse ya con un nuevo edificio digno para los monjes, cerca del río y no en un barranco inhóspito bajo el arbolado. La mente de Ecayus comenzó a elucubrar sobre un posible impuesto para el puente. Podría incluso ser útil para financiar el inicio de las obras. Mañana hablaría con el tenente. Las ideas se sucedían en cascada, sin duda por inspiración divina.

Se reacomodó en la sobria silla. Es cierto que la Orden preconizaba la austeridad, pero Ecayus consideraba excesivas las incomodidades de este pequeño monasterio. Sin embargo no parecían afectar demasiado al resto de frailes,más preocupados por el vino y la carne que por cualquier otro refinamiento.

- Por la carne.. -musitó Ecayus, rememorando la visión de la cocinera moviéndose de forma acompasada en la ventana de la cocina.

Empezaba a sospechar que el Señor verdaderamente le había depositado en aquel rincón del mundo para someter a prueba su capacidad. Toscos campesinos, monjes incontinentes, ritos funerarios demoníacos, mujeres libidinosas y quién sabe que más.
Sobre todas estas inmundicias erigiría un nuevo y maravilloso Santuario, para honra de Dios y.. de sí mismo. Sería recordado para siempre, quizás tanto como el abad Virila. Esta ensoñación le provocó un escalofrío de placer que le sacudió el espinazo. Se iba a acercar un poco más al fuego a calentarse cuando escuchó un sonido ahogado en el exterior.

Se asomó a la ventana. Fuera ya estaba casi oscuro y soplaba el sempiterno viento noroeste de la zona en un típico y despacible día de noviembre. Los robles se movían soltando algunas hojas testarudas y varias gotas de lluvia impactaban sobre el basto vidrio de la ventana. Por un momento pensó en las gozosas vidrieras de Leyre y en el calor del gran fogón de la biblioteca.

Una roca blanquecina destacaba bajo uno de los robles a la tenue claridad de aquel atardecer. Ecayus forzó un poco más la vista y se percató de que su textura era un poco extraña. De pronto un relámpago iluminó nítidamente la escena.

Había en el suelo un fraile desnudo, con la mirada espantada y la cabeza retorcida en un ángulo imposible.

3 comentarios:

Unknown dijo...

jamboooo.... a tus monjes hazles lo que quieras... pero a Jimena no le toques ni un pelo que te veo...!

;-))))))

k mira que el moreno y el gallo de batzarreuntza no se llevan muy bien... jejeje

Casa Musurbil dijo...

A ver si van a empezar a caer como moscones, de esos gordos y negros...

Casa Musurbil dijo...

Muy bonita la foto de la borda del nueve.

Así, así; cuidando del blog. :-)